ANTES ERAN FIGURITAS,
AHORA SON ... TAZOS
Los niños de hoy ignoran
aquellas gloriosas siestas de juegos de “tapadita”, “espejito” o el de la
simple “arrimada”.
Las preciadas figuritas se compraban en sobrecitos que contenían varias imágenes y en contadas ocasiones… “premios”. Juntar y pegar figuritas en un álbum hasta llenarlo, se traducía en la obtención de un fútbol número 5, algo que en la década de ’60 era poco menos que inalcanzable para los purretes de pantalón corto, con las rodillas percudidas de estar arrodillados en las veredas compitiendo en una justa que a la postre, podría significar el aumento de ese preciado tesoro en los bolsillos y en otros casos una discusión y hasta pelea a trompadas, hasta que la interrumpía uno mas grande.
Las preciadas figuritas se compraban en sobrecitos que contenían varias imágenes y en contadas ocasiones… “premios”. Juntar y pegar figuritas en un álbum hasta llenarlo, se traducía en la obtención de un fútbol número 5, algo que en la década de ’60 era poco menos que inalcanzable para los purretes de pantalón corto, con las rodillas percudidas de estar arrodillados en las veredas compitiendo en una justa que a la postre, podría significar el aumento de ese preciado tesoro en los bolsillos y en otros casos una discusión y hasta pelea a trompadas, hasta que la interrumpía uno mas grande.
Los
niños de hoy, si no es a través del relato de los mayores, ignoran aquellos
juegos. Ahora no se llaman figuritas, sino que les dicen “tazos” y juntan
imágenes que nada tienen que ver con nuestros deportes y mucho menos con el
folclore y generalmente vienen en envases de papas fritas o sea… comida
“chatarra”.
La
nueva “especie” viene hasta con una caladura para insertar una goma y potenciar
el envío del “tazo” lo más lejos posible, sin tener en cuenta el peligro que
representa una cartón duro de esas características ante el impacto en un ojo u
otra parte sensible del cuerpo.
Los
“tazos” reproducen generalmente monstruos y personajes que nada tienen que ver
ni con el deporte, la geografía o el folclore de nuestro pueblo, en una clara
muestra de penetración cultural.
A la
figurita la jugaban generalmente dos participantes alrededor de los que su
juntaban un montón de curiosos y algún que otro pícaro que mediante alguna
treta intentaba quedarse con alguna de las figuritas del juego, especialmente
si no la tenía para el álbum.
Una
de las trampas más conocidas para “levantarse” una de las figuritas en disputa
era pegando un chicle en la suela de la zapatilla. Distraídamente el pícaro se
acercaba y sin que los jugadores lo advirtieran, intentaba pisar la figurita
para que quede pegada a la suela y poder marcharse rápidamente con el “premio”.
Era “viveza” que se podía pagar muy caro si era descubierto por los
contendientes que sin dudarlo la emprenderían a las trompadas con él.
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