viernes, 1 de mayo de 2015

EL JUEGO DE LAS FIGURITAS...

ANTES ERAN FIGURITAS,

AHORA SON ... TAZOS

         Los niños de hoy ignoran aquellas gloriosas siestas de juegos de “tapadita”, “espejito” o el de la simple “arrimada”.
            Las preciadas figuritas se compraban en sobrecitos que contenían varias imágenes y en contadas ocasiones… “premios”. Juntar y pegar figuritas en un álbum hasta llenarlo, se traducía en la obtención de un fútbol número 5, algo que en la década de ’60 era poco menos que inalcanzable para los purretes de pantalón corto, con las rodillas percudidas de estar arrodillados en las veredas compitiendo en una justa que a la postre, podría significar el aumento de ese preciado tesoro en los bolsillos y en otros casos una discusión y hasta pelea a trompadas, hasta que la interrumpía uno mas grande.
            Los niños de hoy, si no es a través del relato de los mayores, ignoran aquellos juegos. Ahora no se llaman figuritas, sino que les dicen “tazos” y juntan imágenes que nada tienen que ver con nuestros deportes y mucho menos con el folclore y generalmente vienen en envases de papas fritas o sea… comida “chatarra”.
            La nueva “especie” viene hasta con una caladura para insertar una goma y potenciar el envío del “tazo” lo más lejos posible, sin tener en cuenta el peligro que representa una cartón duro de esas características ante el impacto en un ojo u otra parte sensible del cuerpo.
            Los “tazos” reproducen generalmente monstruos y personajes que nada tienen que ver ni con el deporte, la geografía o el folclore de nuestro pueblo, en una clara muestra de penetración cultural.
            A la figurita la jugaban generalmente dos participantes alrededor de los que su juntaban un montón de curiosos y algún que otro pícaro que mediante alguna treta intentaba quedarse con alguna de las figuritas del juego, especialmente si no la tenía para el álbum.

            Una de las trampas más conocidas para “levantarse” una de las figuritas en disputa era pegando un chicle en la suela de la zapatilla. Distraídamente el pícaro se acercaba y sin que los jugadores lo advirtieran, intentaba pisar la figurita para que quede pegada a la suela y poder marcharse rápidamente con el “premio”. Era “viveza” que se podía pagar muy caro si era descubierto por los contendientes que sin dudarlo la emprenderían a las trompadas con él.

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